LA RAZÓN, 10 de marzo de 2005

 

El carnaval del gato

 

Ramón Buenaventura. El último negro. Alianza Editorial 375 páginas. 17 euros

 

Calificación: 3/3

 

Joaquín ARNÁIZ

 

La narrativa de Ramón Buenaventura, uno de los pocos escritores hispanos que usa permanentemente un pseudónimo, es en sí misma casi un juego de pseudónimos. Nombres que encubren otros nombres, realidades que encubren otras, cajitas rusas con diversas figuras pero que van encajando unas en otras. Una posición intelectual que no sólo coloca a sus personajes en un carnaval eterno de equívocos, sino que manifiesta una posición ideológica y vital hacia la literatura y la historia. No sólo estamos en aquel fluido de conciencia de Faulkner, sino en una continua modificación equívoca, inteligente y sarcástica de la cultura.
   Nacido en Tánger, en 1940. Poeta, ejecutivo de empresas internacionales, editor, traductor de Arthur Rimbaud o de Prosper Merimée, autor de una importante antología de la poesía española escrita por mujeres, «Las Diosas Blancas», en 1986, y premio Villa de Madrid a la mejor novela publicada en español durante 1998, por «El año que viene en Tánger», Ramón Buenaventura pertenece a una estirpe de intelectuales y excéntricos provocadores sin los cuales no podrían entenderse los fenómenos culturales de la España de los años setenta y ochenta. «El último negro» acaba de recibir el VI premio Unicaja de novela Fernando Quiñones.

Engarzada, como afirma el propio Buenaventura, en un «conjunto literario» referido a Tánger y a su mundo perdido, «El último negro» cuenta aparentemente el capricho de un industrial originario de esa ciudad, llamado Rodrigo, que después de cumplir los sesenta años desea hacer una novela con su vida. Obviamente, los jefes, como él mismo dice, nunca tienen tiempo para esas minucias, por lo que piensa en encargársela a un negro.

A partir de ahí, no sólo entraremos en el monólogo prepotente de Rodrigo, dotado de un pene de respetable tamaño y del que hace un prolífico uso, sino también de algunos personajes femeninos manipuladores, escritores que se venden al mejor postor, textos que se intercalan en la novela, como callejones de gato de otros callejones, y donde el propio autor, Ramón Buenaventura, es un personaje en un carnaval donde las escenas sexuales, los amores muertos y las damas hábiles mostrarán al lector el otro lado del espejo de la cultura actual.

 

COMENTARIO: No sé de dónde se ha sacado Joaquín Arnáiz lo del seudónimo. Como ya expliqué en El año que viene en Tánger, mi nombre es Ramón Buenaventura Sánchez Paños, y así figura en todos mis documentos oficiales -incluido el DNI- y títulos.